domingo, 6 de abril de 2014

Conversar o la utilidad de lo inútil




La mayor parte de las conversaciones fallidas se deben a tres  motivos: no saber escuchar  o no hacer el esfuerzo necesario para ponerse en lugar del conversante; no escucharse a uno mismo  y, por lo tanto, no saber lo que decimos; y por último, cuando cada conversante utiliza palabras, códigos y significados distintos. Es decir, las conversaciones deben ser situaciones de comunicación y aprendizaje y no monólogos o soliloquios. Conversar es acabar con el solipsismo, es penetrar, con su permiso,  en los sueños de los demás:

 Todo puede comprarse, es cierto (…) pero no el conocimiento: el precio que debe pagarse por el conocimiento es de una naturaleza muy distinta. Ni siquiera un cheque en blanco nos  permitirá adquirir mecánicamente lo que sólo puede ser fruto de un esfuerzo individual y una inagotable pasión (…) sólo el saber puede desafiar las leyes del mercado. Yo puedo poner en común con los otros mis conocimientos sin empobrecerme (…) dando vida al milagro de un proceso virtuoso en el que se enriquece, al mismo tiempo quien da y quien recibe.
Frente a la carrera insensata hacia la tierra prometida del beneficio, la mirada fija no permite ya entender la alegría de los pequeos gestos cotidianos, ni descubrir la belleza que palpita en nuestras vidas: en una puesta de sol, un cielo estrellad, la eclosión de una flor, la ternura de un beso, el vuelo de una mariposa, la sonrisa de un niño. A menudo, la grandeza se percibe mejor en las cosas más simples”

Nuccio Ordine: La utilidad de lo inútil, 2013.
 
Puedo proponer y propongo, empezar cada día cada clase con un poema, una canción, una cita, una imagen, una secuencia o una pizca de humor que sirva para dar sentido a la jornada o a la clase, no sólo buscando emoción sino también conocimiento crítico y sabiduría. Comunicación y empatía. 

Aunque no siempre es fácil saber comunicarse con los adolescentes...
  
Secuencia de la película Familia de Fernando  León de Aranoa, 1996
Juan Luis Galiardo, padre, Elena Anaya, hija