"Toda la Tierra tenía una misma lengua y usaba las mismas palabras. Los hombres en su emigración hacia oriente hallaron una llanura en la región de Senaar y se establecieron allí. Y se dijeron unos a otros: «Hagamos ladrillos y cozámoslos al fuego». Se sirvieron de los ladrillos en lugar de piedras y de betún en lugar de argamasa. Luego dijeron: «Edifiquemos una ciudad y una torre cuya cúspide llegue hasta el cielo. Hagámosnos así famosos y no estemos más dispersos sobre la faz de la Tierra».
Mas Yahveh descendió para ver la ciudad y la torre que los hombres estaban levantando y dijo: «He aquí que todos forman un solo pueblo y todos hablan una misma lengua, siendo este el principio de sus empresas. Nada les impedirá que lleven a cabo todo lo que se propongan. Pues bien, descendamos y allí mismo confundamos su lenguaje de modo que no se entiendan los unos con los otros». Así, Yahveh los dispersó de allí sobre toda la faz de la Tierra y cesaron en la construcción de la ciudad. Por ello se la llamó Babel porque allí confundió Yahveh la lengua de todos los habitantes de la Tierra y los dispersó por toda la superficie".
Génesis 11:1-9
La torre de Babel, óleo de Pieter Brueghel el Viejo |
Hemos de suponer que nuestra clase política –en el gobierno,
en la oposición, en nuestra multiplicidad excesiva de instituciones estatales
-ha decidido libremente asumir la
responsabilidad de querer gobernar pero desconfío y dudo que la mayoría tengan
en mente los valores de referencia mencionados. En lo que concierne en concreto
al diseño y gestión de nuestro sistema educativo lo han convertido más en un
territorio de lucha política y defensa de sus ambiciones y cuotas de poder, que
en el lugar inevitable para cimentar la cohesión social democrática a través de la
formación humanística y científica, el
diálogo intergeneracional y la adquisición de competencias para un mundo más
justo, libre y sostenible.
El asunto es muy complejo pero me centraré en algunos
detalles significativos.
En primer lugar, la sucesión de leyes estatales (con la que se avecina, siete desde 1980, sin contar la de 1970 que estuvo vigente parcialmente hasta 1990) y la disparidad en la aplicación de las mismas en cada feudo autonómico han
generado una inestabilidad permanente en la que es muy difícil consolidar un
esfuerzo educativo eficaz en sus diferentes dimensiones de aportar ciudadanos
preparados para contribuir al desarrollo social y económico de un país. En cada
caso, siempre se ha mencionado la intención de buscar un pacto nacional o un
consenso social que permitiera un modelo educativo duradero. Fracaso tras fracaso.
Hubiese sido imprescindible, que sin necesidad de ser inmutable, se creará un
campo de juego educativo que permitiera, al menos a un medio plazo razonable,
un marco común de referencia independiente y compatible con las diferentes
premisas ideológicas y valores de los diferentes partidos y grupos que deben
convivir en una sociedad plural. Es decir superar, el debate entre el ámbito de
lo público y lo privado. El estado debe
garantizar en primer lugar una enseñanza
de calidad como servicio público y, al
mismo tiempo, posibilitar y apoyar la libre iniciativa privada de proyectos
educativos. Pero la prioridad es incuestionable y evidente: la educación pública
es – junto a la sanidad, la justicia y la seguridad- el pilar del Estado del Bienestar,
y la garantía de democracia, libertades, justicia social e igualdad de
oportunidades
El ejemplo más claro lo podemos encontrar en la perversión del debate educativo
mediante el tratamiento superficial y demagógico de asuntos como la enseñanza de la religión o la
polémica absurda en relación con los contenidos de la educación para la
ciudadanía. Como profesional de la educación me resulta difícil entender como nuestros
abnegados políticos no han sido capaces de acordar una integración en el
currículo de dos saberes o ámbitos de conocimiento imprescindibles en una
enseñanza obligatoria para todos los jóvenes: la enseñanza de la historia de
las religiones como un aspecto importante relacionado con el resto de
manifestaciones económicas, sociales y culturales de nuestra historia; y la
formación en el conocimiento, respeto y valoración crítica de nuestra
Constitución y legislación existente sobre las diferentes dimensiones
de nuestra convivencia social: es la única manera de formar a ciudadanos capaces de defenderlas, mejorarlas o
cambiarlas a través de la legalidad, el diálogo, el consenso y el respeto a las
minorías. Dejemos la fe religiosa o la opción política en el ámbito de la
libertad individual.
En segundo lugar, desde mi experiencia docente -dentro del aula- tengo la convicción de que el problema no ha sido la falta de recursos (ni humanos, ni materiales) sino la mala gestión y despilfarro de los mismos debido en gran parte a la falta de un consenso mínimo a nivel estatal y social sobre los objetivos de la enseñanza pública. En este caso, creo que hay dos asignaturas pendientes. La primera es la relativa a la falta de criterios básicos en la formación, capacitación, actualización y cualificación del profesorado, sistemas y requerimientos de acceso a la función docente, y mecanismos de control de calidad educativa de una manera objetiva que permita una aproximación sucesiva a un modelo ágil, flexible y capaz de adaptarse a las necesidades y cambios de los nuevos tiempos. La segunda es la falta de diálogo y coordinación entre los diferentes niveles educativos y modalidades (infantil, primaria, secundaria, universitaria, profesional, de adultos, educación permanente…) creando nuevos feudos (que se superponen a los autonómicos) que diluyen cualquier intento de proyecto educativo integral coherente.
Por último, fruto de la inexistencia de ese proyecto
educativo consensuado social y políticamente, hemos asistido a una permanente
confusión entre medios y fines. Es el caso de la introducción en el aula, a
menudo con improvisación, desorientación y falta de criterios, de
los recursos audiovisuales en los ochenta y noventa, de las denominadas
nuevas tecnologías en el cambio del milenio o ahora del necesario bilingüismo. Estas
competencias digitales y lingüísticas son indispensables en el siglo XXI. No quiero decir que no hayan y estén aportando
avances y mejoras al llevarse a las aulas, pero casi siempre con problemas
derivados de la errática y caótica forma de aplicarse, con una eficacia muy
alejada de lo deseable y, en ocasiones, a costa de sacrificar otros objetivos
educativos importantes en lugar de reforzarlos.
Centrémonos en la pretensión de avanzar en el bilingüismo
en el que nos hayamos inmersos. Es
irrefutable que el aprendizaje y dominio de idiomas diversos (inglés, alemán,
francés, chino…y castellano o español)
es una competencia esencial y necesaria
en un mundo globalizado. Por múltiples motivos. Para disfrutar de la
creación artística (literaria, cinematográfica…) en versión y espíritu original,
para acceder directamente a las vanguardias e investigaciones científicas, para
multiplicar las posibilidades de comunicación y acceso al conocimiento (sigue el enlace para ver lo que pasa por no saber inglés).
Pero hay que evitar daños colaterales y no confundir herramientas y finalidades. La clave está en que cualquier propuesta de bilingüismo o multilingüismo para tener éxito requiere insertarse en un proyecto coherente e integral consensuado, en la disponibilidad de más tiempo y recursos, de la racionalización de métodos para conseguir aprendizajes eficaces y en la reflexión sobre la diversidad de objetivos esenciales que la educación secundaria obligatoria debe ofrecer como servicio público. Esto es necesario para evitar absurdas contradicciones, garantizar la mencionada igualdad de oportunidades y cubrir los retos y expectativas en el amplio espectro que va desde los desfavorecidos como de los más capaces. Aquí radica, sin duda, parte de la complejidad de un servicio social tan esencial como es el educativo
Pero hay que evitar daños colaterales y no confundir herramientas y finalidades. La clave está en que cualquier propuesta de bilingüismo o multilingüismo para tener éxito requiere insertarse en un proyecto coherente e integral consensuado, en la disponibilidad de más tiempo y recursos, de la racionalización de métodos para conseguir aprendizajes eficaces y en la reflexión sobre la diversidad de objetivos esenciales que la educación secundaria obligatoria debe ofrecer como servicio público. Esto es necesario para evitar absurdas contradicciones, garantizar la mencionada igualdad de oportunidades y cubrir los retos y expectativas en el amplio espectro que va desde los desfavorecidos como de los más capaces. Aquí radica, sin duda, parte de la complejidad de un servicio social tan esencial como es el educativo
Como profesor de Historia y Geografía, materias
tradicionalmente relacionadas con las Humanidades pese a su ambiciosa inserción
en el ámbito de las Ciencias Sociales, creo en el transconocimiento (que ponga
fin al obsoleto debate de ¿Ciencias o Letras?) y en la transversalidad; en los proyectos educativos interdisciplinares
y flexibles; en la mágica conjunción entre los saberes y métodos tradicionales y
las innovadoras metodologías que hagan viable la formación presencial reforzada
mediante la formación en línea. Es necesario que la cultura libresca
tradicional, oral y escrita, sea fecundada por las posibilidades que ofrecen
las competencias digitales y que las
estrategias expositivas multimedia, potencien
la imaginación e indagación creadora, Así
la clase magistral renovada debe convivir con actividades basadas en el constructivismo y la
interrelación de saberes y el trabajo coordinado de los docentes permitir un mejor conocimiento de la
realidad, y una distinción eficaz entre
hechos, ideas, creencias y verdades….
Pero sospecho que esto no preocupa ni a ministros ni a
consejeros de educación, ni a sus
valedores y asesores. Prescinden de los profesionales con experiencia real y
recurren a los tecnócratas burocratizados de la eterna España oficial. Renuncian a considerar los matices que
conceden calidad a las reformas y
contribuyen a abandonar la demagogia superficial mediante al análisis
racional y el sentido común que implica el
consenso de contenidos, valores y principios y estrategias.
Así,
de este modo, proponen modelos bilingües
en los que los contenidos de un área llamada
Ciencias Sociales se impartirán obligatoriamente
en inglés a los alumnos teóricamente más aventajados en inglés (¿serán también los más capaces y competentes en general?). De
este modo los contenidos relacionados con la Historia de España (esto ya lo
intuía el anterior Jefe de Estado), nuestra geografía y economía e incluso los
escasos contenidos que se conceden a conocer nuestra ley de leyes y legislación
vigente será en el idioma anglosajón. Ignoro si es un contrasentido más de
ignorantes snobs o una maquiavélica decisión decidida desde los profundos
resortes de los poderes fácticos para alienar a los alevines de nuestra
sociedad (“lejos de nosotros la peligrosa
novedad de discurrir, que ha minado por largo tiempo, reventando al fin con los
efectos, que nadie puede negar, de viciar costumbres, con total trastorno de
imperios y religión” escribieron los profesores de la Universidad de
Cervera a su admirado monarca Fernando VII a comienzos del siglo XIX) y
convertirles, tal vez, en maleducados bilingües. Los mismos que se apuntan con
fervor a esta nueva Babilonia, hablan de
españolizar Cataluña y dicen defender el derecho de los castellano parlantes, menosprecian
nuestro verdadero legado cultural (¿histórico complejo de inferioridad? ¿Pragmatismo
que se rinde a la superioridad
anglosajona?) y sólo lo defienden
invocando patrias y banderas de conveniencia.
Aprendamos idiomas sin restar o dificultar otros aprendizajes, sin más daños colaterales. Sólo nos respetarán si somos capaces de respetarnos a nosotros mismos. Imaginemos por un momento centros públicos ingleses, franceses o alemanes explicando su historia, cultura y geografía en español. Creemos ciudadanos políglotas sin sacrificar nuestra filiación, nuestra cultura y el sentido común. Seguro que los expertos conocen métodos de aprendizaje eficaces, seguramente con inmersiones y más tiempo dedicado a estudiar idiomas. Pero hemos de defender nuestra lengua materna que se deteriora y empobrece por múltiples factores. Si estudiamos las Ciencias Sociales y las Ciencias Naturales reemplazando el castellano por el inglés. “Desvestir un santo para vestir otro” dice la sabiduría popular. Ambos santos son necesarios: busquemos más tiempo para cada uno. Una Historia del Mundo Contemporáneo en varios idiomas sería maravillosa: leer la declaración de independencia de Estados Unidos en inglés, estudiar la revolución francesa y época napoleónica con el idioma de Un asunto tenebroso de Balzac, la revolución industrial con Charles Dickens, los discursos de Bismarck en alemán (Blut und Eisen), las proclamas de Garibaldi a sus camisas rojas en italiano…o las guerras del opio en el chino de la dinastía Manchú. Pero sólo es posible cuando las circunstancias de la enseñanza secundaria obligatoria posibiliten bachilleratos más cualificados.
"El español es hoy por hoy una fuente de riqueza
indiscutible cuyo valor tiene su origen en tres factores determinantes. Su
potente demografía: es la cuarta lengua más hablada del mundo por detrás tan
solo del chino, el inglés y el hindi, y la cifra de hispanohablantes en el
mundo se situará en breve en la barrera de los 500 millones; su
apreciada funcionalidad: como lengua de comunicación internacional el español
ocupa ya un lugar determinante en el escenario internacional al tiempo que abre
las puertas del futuro profesional de todos aquellos que la estudian; y su
reconocido prestigio cultural: el español es el vehículo idóneo para acceder al
rico patrimonio cultural de España e Hispanoamérica; la lengua, en nuestro caso
la española, es la puerta de acceso a la producción cultural que se genera en
todos los países de habla hispana en cualquiera de sus expresiones: literaria,
artística, cinematográfica…"
“La educación
es un privilegio que no puede dejarse en manos de los burócratas, de los
amantes de las estadísticas y del currículo, de quienes desprecian a los
profesores y limitan su autoridad ante los alumnos, los padres y la sociedad en
general. En los tiempos en que vivimos, rodeados de ordenadores y tecnología
moderna, la información puede adquirirse sin demasiada dificultad. La educación
necesita mucho más, aunque en España todavía no nos hayamos enterado”