Acabo de registrarme para compartir este recurso relacionado con la adquisición de
competencias digitales, el Big data y el Internet de las cosas. No es el futuro, es el presente
Un camino buscando la esperanza de nuevos argumento para mantener la ilusión de entrar en el aula y compartir horas lectivas con los alumnos, el mayor privilegio de nuestra profesión que nos mantiene más jóvenes. Una vía para olvidar y escapar de los fantasmas del discurso mediocre, incoherente, interesado, segregador e injusto del bilingüismo encorsetado e impuesto implantado en nuestro sistema educativo al que hacemos el juego con nuestro silencio y aceptación pasiva, sin atisbo de crítica. Porque se trata de un programa invasor y parásito que llega cada vez a más centros, que apenas tienen más opción que asumirlo, como mal menor o remedio para evitar uno mayor, como coartada, por motivos políticos, por
ignorancia o por las circunstancias de un contexto social muy mediatizado.
El presente y el futuro está en las competencias digitales
siempre que éstas vengan acompañadas de una formación humanística
adecuada, que permita que los valores cívicos acompañen a las nuevas
tecnologías y al conocimiento en el viaje por el siglo XXI. Para ello
hace falta recuperar la formación humanística, el estudio de las humanidades
casi desaparecidas, ninguneadas y
discriminadas de hecho en el actual sistema educativo. Me remito a los argumentos de autoridad, los de Umberto
Eco, Nuccio Ordine o Mary Beard entre otros muchos que defienden, que saben que de
las palabras nace la belleza, el encanto, la comunicación. De todas las palabras, de todas las lenguas. Y es por este motivo, la apelación a recuperar "las lenguas
de los dioses" de las que nacen todas las demás
«Estudiar griego prepara para la vida de tres formas.
Primero, porque es difícil. Yo rechazo la tentación contemporánea de la
facilidad. La vida no es fácil, para conseguir cualquier cosa hace falta
esforzarse; segundo, porque requiere tiempo, lo que choca con nuestra obsesión
por la velocidad, por querer preparar una tarta con un tutorial de dos minutos
en YouTube; y tercero, porque nos ayuda a conocernos mejor».
Todos los
idiomas son hijos de los dioses de la palabra y merecen ser conocidos,
hablados, escritos. En ellos está la belleza, la cultura, el conocimiento, el
alma de los pueblos el don de la palabra, del pensamiento y de la comunicación. Tambíén en las viejas lenguas de esa España vacía e
ignorada.
HOY ES
IMPRESCINDIBLE DOMINAR UN IDIOMA COMO EL INGLÉS, LENGUA ESENCIAL EN LA COMUNICACIÓN
MUNDIAL y con una cultura espléndida. Pero sin pagar caros peajes en el resto de materias y saberes, en la
formación científica y humanística básica e imprescindible y si discriminar nuestra lengua compartida, igual sino más universal y fecunda
Pondré sólo un ejemplo Que algunos estudiantes pasen por todo
el sistema educativo estudiando “toda”
la Geografía e Historia en inglés y sólo en inglés es una incoherencia
irracional, más aún si la misma legislación afirma la limitación
de utilizar el castellano solo para apoyar el aprendizaje de la lengua
extranjera. Una norma que se permite añadir a continuación, que deberemos
¡garantizar que los estudiantes adquieran
el vocabulario básico en ambos idiomas! ¿Cómo, sin utilizar el castellano ni
siquiera para el estudio de los mermados
temas de Historia de España? Así concebido, no se puede hablar de bilingüismo
sino de la colonización parásita de
los contenidos de una materia tan importante para la formación
cívica como Geografía e Historia (por cierto, habría que saber cómo y qué historia se está enseñando en el estado español). Un bilingüismo que no deja ni un hueco para estudiar nuestras leyes y constitución en castellano. Todo
ello, perpetrado, aprovechando el complejo de inferioridad lingüística
de una parte de la sociedad española.
¿Qué “ciudadanos españoles” saldrán de esas aulas? No sólo los más "selectos" (la mayoría son seleccionado) de la vía bilingüe sino todos: el sistema condiciona toda la estructura organizativa del resto del Instituto-como por ejemplo los agrupamientos- y consume la inmensa
mayoría de recursos, en detrimento de otras necesidades formativas. Por todo
esto, comparto la opinión del filósofo Emilio Lledó: más que centros bilingües, hacen falta otros que
enseñen bien idiomas sin menoscabo del resto de necesidades formativas. Y menos aún si se trata de una enseñanza pública que debe ser un servicio educativo para todos, para generar igualdad
de oportunidades, para potenciar la identidad y
cohesión social -¿nacional?-,para atender las necesidades y posibilidades
de todos los estudiantes, de todos, por favor- del
perfil que sea, excelentes o desfavorecidos por los diversos motivos y circunstancias socioeconómicas de se crean cada día.
Sería urgente y necesario conciliar
una formación cívica, humanística, científica y tecnológica que aúne lo mejor
del legado del pasado con las aportaciones e innovaciones del presente, una enseñanza pública que ofrezca los mejores
profesionales para enseñar y educar en todos
los saberes del conocimiento, que permita adquirir las competencias
necesarias para vivir con libertad,
justicia y solidaridad en el siglo XXI, que piense en los niños, en los jóvenes,
en el bienestar material y espiritual de
nuevas generaciones. El sistema educativo en el que habito–en mi opinión, insisto- está muy lejos de cumplir estos requisitos. Tal vez por los intereses económicos
y políticos creados alrededor de una educación pública más preocupada en el
negocio que en el ocio –otium cum
dignitate de Cicerón- más por formar
consumidores/ trabajadores que ciudadanos.
Y tal vez por ese motivo, formulo una
hipótesis que considero interesante verificar: aunque es un proceso muy
complejo en el que inciden muchos factores, creo que el fracaso
en la construcción de un sistema
educativo común, compartido, coherente e integrador ha influido y está influyendo en la actual crisis política que vive España y
en la deriva del conflicto catalán en la última década. Hagamos memoria.
Hemos perdido mucho tiempo en disputas ideológicas y políticas estériles que
han convertido al educación en el campo de juego de otros intereses y
negocios ajenos al interés público y
cívico. Lo estamos pagando. Hacen falta voces que lo digan, Hace falta que al
menos nos quede la palabra. Las palabras compartidas para el diálogo entre
generaciones, ciudadanos y sociedades. Las palabras ya envejecidas pero necesarias, las palabras de una constitución tan manoseada en su nombre como olvidada en las aulas por unas leyes tristes y pragmáticas incapaces de sentir la esencia mágica de la lengua materna y divina que compartimos.
Artículo 3
del Título preliminar de la constitución de 1978:
“El castellano es la lengua
española oficial del Estado. Todos los españoles tienen el deber de conocerla y
el derecho a usarla.Las demás lenguas españolas serán también oficiales en las
respectivas Comunidades Autónomas de acuerdo con sus Estatutos.La riqueza de las
distintas modalidades lingüísticas de España es un patrimonio cultural que será
objeto de especial respeto y protección.
Artículo 27 del Título I: “Todos
tienen el derecho a la educación. Se reconoce la libertad de enseñanza. La
educación tendrá por objeto el pleno desarrollo de la personalidad humana en el
respeto a los principios democráticos de convivencia y a los derechos y
libertades fundamentales”