En 1987, Oliver Stone nos llevó al corazón de las tinieblas a las entrañas del capitalismo de Wall Street con la historia de Bud Fox (Charlie Sheen) un ambicioso joven agente de Bolsa que acaba consiguiendo trabajar para el magnate especulador Gordon Gekko encarnado en Michael Douglas (por cierto el padre en la realidad y en la ficción de Charlie, Martin Sheen ya había viajado al horror -en este caso Vietnam- con Coppola en Apocalipse now -1979-) . El lema vital de Gekko consiste en que la codicia es buena lo que en la práctica significa competir, aplastar al adversario,ganar enormes sumas de dinero y adquirir el mayor poder posible aprovechando la información privilegiada sin ningún tipo de escrúpulos ni límites morales. Ahora con Wall Street, el dinero nunca duerme (2010), vuelve Gekko en vísperas del comienzo de la crisis que aún vivimos. Sale de la cárcel con la intención de reconciliarse con su hija, consumar su venganza y recuperar su poder y fortuna, tal vez en orden inverso de prioridades. La experiencia vivida por este Gekko maduro que mantiene gran parte de su falta de escrúpulos, le aporta como novedad el valor añadido del tiempo junto al dinero ( el vértigo del paso del tiempo se resume en el arqueológico celular o móvil que le devuelven cuando abandona la cárcel). Los años no perdonan y el tiempo implacable que no puede comprarse perfilan a un personaje que deambula en los límites de una estudiada ambigüedad, como toda la historia y personajes que aparecen en la película de Oliver Stone. Además del nuevo perfil de Gekko, no acaban de generar empatía ni su hija, que trabaja en una crítica web llamada La verdad congelada (Carey Mulligan, la vimos en An Education ) ni su novio (Shia LaBeouf) un agente de patentes muy confundido entre sus contradictorias pulsiones de venganza, ambición, preocupación medioambiental y amor. Mejor definidos me parecen "el malo" Josh Brolin y el corto papel de la inconsciente y derrochadora en el negocio inmobiliario, la madre del novio, interpretada por la siempre creíble Susan Sarandon. En cuanto a secuencias, tiene varias muy interesantes como el nuevo discurso de Gekko (ahora la codicia es legal) y sobre todo la cena benéfica que representa una especie de Corte versallesca del poder económico de las finanzas de Wall Street.
El confuso planteamiento de Stone en el filme (¿qué nos quiere contar la pelicula? ¿O sólo se trata de una descripción sin más compromiso que el comercial, de una historia sentimental en el marco de la crisis económica global con sugerencia de final feliz?) se resume en las rudimentarias metáforas de los niños jugando con pomperos y haciendo burbujas de grandes proporciones -comos si los cachorros se estuvieran preparando para los siguientes fenómenos especulativos- y en matizaciones poco novedosas de Gekko como la de que “el dinero no es la vida… pero ayuda a hacerla más feliz y llevadera" al tiempo que convierte el "vil metal" en una prostituta que nunca duerme. Es muy difícil encontrar ironía crítica en un final feliz incomprensible después de lo narrado. Los personajes se odian, se aman y se reconcilian por la magia del guionista y el mito de Gekko se torna en innecesaria aureola divina.
Pero merece la pena aunque sólo sea por la estética, la visión de Nueva York, la banda sonora y porque nos hace pensar, lo que no es poco. Y los títulos de crédito finales - ya con la sala vacia- resumen los motivos icónograficos del film. Para aprovecharla como recurso cinematográfico interdisciplinar encontraremos alusiones históricas (la crisis de los tulipanes, el crack del 29, la historia inmediata...) y, obviamente, en el ámbito de la Economía de empresas, referencias a las nuevas fuentes de energía, valoraciones éticas y filosóficas, escenarios de Geografía urbana y, si optamos por la VO, un motivo para practicar la comprensión del "prioritario" inglés.
Ficha del filme en IMDB
Reportaje en Días de cine
Trailer del filme
El Wall Street de 1987