“Dame vida, aunque sea vida llameante, vida dolorosa, no me importa (...) Dame vida porque todavía me quedan cosas que hacer por este pueblo y por esta patria. No me lleves todavía, dame tu cruz, dame tus espinas, dame tu sangre, que yo estoy dispuesto a llevarlas, pero con vida” (…) Yo ahora no pude evitar una lágrimas cuando sentí la mano amorosa de mi madre y al mismo tiempo, la mano de mi padre. Dije: ‘Dios, ¿hace cuánto no sentía estas dos manos, al mismo tiempo (…) o esos abrazos de mis hermanos, de mis hermanas, de mis hijos?”