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La mayor filtración de documentos secretos de la historia, más de 250.000 mensajes del Departamento de Estados de los Estados Unidos han sido obtenidos por la página digital Wikileaks que revelan información confidencial relacionada con la política exterior norteamericana y que aluden e involucran a infinidad de políticos y países del mundo. Todo un enorme y abrumador caudal de datos sobre las relaciones internacionales de medio mundo, el sueño de un historiador para desentrañar la historia inmediata
Una primera impresión, tras recorrer superficialmente titulares de prensa, es que la mayor parte de la información ofrecida hasta la fecha no revela nada o casi nada que parezca novedoso. Todo entra dentro de lo verosímil y confirma hipótesis, sospechas, rumores o intuiciones probables, posibles, en ningún caso descabelladas o sorprendentes por imprevistas. Así, por ejemplo el espionaje estadounidense a la ONU, la vigilancia a Turquía,Irán o Pakistán, las opiniones, chismes o sospechas sobre diplomáticos como Sarkozy, Putin o Berlusconi, la inquietud por la personalidad de Kirchner, la hipocondría de Gadafi, los intentos de bloquear a Irán y Venezuela, el mercadeo para que algunos países aceptasen presos de Guantánamo, los cotilleos e impresiones sobre políticos españoles, las sospechas sobre el apoyo de Arabia Saudía o Irán al terrorismo islamista, el tráfico de armas en Oriente Próximo y entre Corea, Irán y Siria, la corrupción en Marruecos, el ciberataque chino a Google… La mayor parte de esas cuestiones no sorprenden nada al leerse más que el morboso hecho de su confirmación a través de testimonios de diplomáticos cazados como si de un concurso de Gran Hermano se tratase. Aunque, poco a poco van a apareciendo filtraciones muy interesantes para enseñar los objetivos de la política exterior estadounidense y la situación actual del mudno.
Tal vez lo más grave –en relación con nuestro entorno- sean cuestiones como la condescendencia del gobierno español con los vuelos de la CIA -el tránsito clandestino por aeropuertos europeos de sospechosos de terrorismo capturados ilegalmente y torturados en centros de detención secretos- o las presiones de la embajada estadounidense a la Fiscalía y, especialmente, la posición del Fiscal General del Estado y el Fiscal Jefe de la Audiencia nacional y otros cargos políticos obstaculizando e intentando archivar el caso Couso.
Tal vez lo más grave –en relación con nuestro entorno- sean cuestiones como la condescendencia del gobierno español con los vuelos de la CIA -el tránsito clandestino por aeropuertos europeos de sospechosos de terrorismo capturados ilegalmente y torturados en centros de detención secretos- o las presiones de la embajada estadounidense a la Fiscalía y, especialmente, la posición del Fiscal General del Estado y el Fiscal Jefe de la Audiencia nacional y otros cargos políticos obstaculizando e intentando archivar el caso Couso.
En cualquier caso lo más sorprendente no es tanto la revelación del contenido de los cables sino el protagonismo que adquiere el propio acontecimiento en sí, la filtración de documentos como espectáculo mediático basado en la avalancha masiva de noticias que sacan a la superficie la realidad que habita en las cloacas de la razón de estado y los intereses creados en los que se cimentan las relaciones internacionales y el juego político. Lo más dañino es la confirmación documentada de las miserias de un sistema mundializado que presume de perseguir valores universales de justicia y libertad, la hipocresía desvelada que se esconde tras las actuaciones de políticos y diplomáticos, las mentiras que traicionan valores democráticos tales como la soberanía de las naciones o la separación de poderes, la miseria de la globalización de mercados divinizados que deciden el futuro de la humanidad mientras los que gobiernan, pusilánimes al tiempo que aprovechados, venden promesas sin convicción, efímeras burbujas con las que disimular .
La fotografía de Assange -“wanted”, "el James Bond de la contrainformación"- perseguido por la Interpol es una metáfora de la culpabilidad del mensajero y resume la premeditada confusión entre medios y fines, apariencia y realidad como desvergonzado intento de convencer a la opinión pública de que el delito reside en la ilegalidad de las revelaciones no en el escandaloso contenido filtrado. El principal objetivo es acabar con Wikileaks para cerrar la sangría y volver a crear la realidad desde la versión unilateral del poder. Pero la realidad es que en la era digital se cumple la verdad del poeta Hölderlin que “donde crece el peligro está la salvación” y el enorme poder manipulador de Intenet se desliza entre las grietas de las autoridades tradicionales que buscan nuevas formas encubrimiento. Porque de repente, todos ven, como en el cuento, que el rey está desnudo.
Desde la perspectiva de “el sueño del historiador” –y la pesadilla del diplomático- a la que se refiere Timothy Garton Ash - destacan los cables relacionados con aportaciones sobre la liberación de Mandela, la Revolución Islámica o el conflicto de las Malvinas: un festín de secretos a los que los historiadores, en el mejor de los casos, no suelen acceder antes de veinte o treinta años. Y es en este terreno en el que este espectáculo nos remite a recordar la realidad de la diplomacia secreta que la historia –y la ficción novelesca y cinematográfica- nos ha mostrado en infinidad de ocasiones. Las declaraciones reiteradas de acabar con estas prácticas en el juego de las relaciones internacionales se han mostrado inútiles tal vez por el carácter inseparable de ambos términos: la utópica apuesta por la abolición de lo que es una tautología pues tal vez no pueda haber diplomacia sin secretos. Bastaría un repaso a la obra de Pierre Renouvin sobre la Historia de las Relaciones Internacionales o los estudios del profesor José María Jover Zamora para encontrar abundantes ejemplos que lo confirman.
Por no viajar más atrás en el tiempo, los años de los sistemas bismarckianos (1870-1890) y la posterior época denominada de la Paz Armada hasta la Gran Guerra (1890-1914) son tiempos ejemplares que muestran el protagonismo de la diplomacia secreta en las relaciones internacionales y en las causas de la Primera guerra mundial.
En los inicios del siglo XX, tras la Gran Guerra, el discurso pronunciado por el presidente Wilson el 8 de enero de 1918 ante el Congreso norteamericano, proclama el fin de la época de las conquistas y de la diplomacia secreta, y propone la construcción de un nuevo mundo basado en la justicia, en los derechos de los gobernados, y en la seguridad de las naciones.
Conferencia de Versalles en 1919 |
Veintiún años después, el 23 de agosto de 1939 la Alemania nazi y la URSS de Stalin firmaban un pacto de no agresión - Pacto Ribbentrop-Molotov-. El tratado contenía cláusulas de no agresión mutua, así como de compromiso a la solución pacífica de controversias entre ambas naciones así como una intención de estrechar vínculos económicos y comerciales y de ayuda mutua. No obstante el tratado contenía también unas cláusulas secretas (sólo para conocimiento de los jerarcas de ambos gobiernos y no reveladas al público) en las que se adoptaban acuerdos que afectaban a Europa oriental y central fijando los límites de la influencia alemana y soviética en esas zonas, y el compromiso de consultarse mutuamente sobre asuntos de interés común y a no participar en cualquier alianza formada en contra de alguno de los estados firmantes. En definitiva, Polonia quedaba condenada a su desaparición a partir del 1 de septiembre de 1939 fecha en la que la agresión de la Alemania nazi -respaldada por el acuerdo con la URSS- daría inicio a la II Guerra Mundial.
Cartel de la película Truman (F. Pierson, 1995) |
Tras la segunda guerra mundial, la guerra fría entre el modelo capitalista de Estados Unidos y el soviético desembocó en una intensificación de la diplomacia secreta y de espionaje. El discurso de Churchill en Fulton en 1946 patentaba el término de Telón de Acero, la división del mundo en dos bloques. Al mismo tiempo, el Plan Marshall y la doctrina Truman (presidente de Estados Unidos) se basaron en la convicción y la necesidad de combatir el comunismo mediante todos los medios posibles para debilitarlo en cualquier parte del mundo, incluso en el seno de las democracias soberanas de Europa occidental. De este modo se justificó la creación de la CIA en 1947. La URSS respondió con la creación de la Kominform y la doctrina Jdanov –el delegado soviético en dicha reunión- que se basaba en la prioridad geoestratégica de que los países que bordeaban la Unión Soviética no aceptaran el Plan Marshall y de combatir por cualquier medio al bloque liderado por Estados Unidos.
En este contexto entendemos los acuerdos entre España y Estados Unidos de ayuda económica y el convenio defensivo de 1953. Estos acuerdos fueron presentados a la opinión pública como un modelo equilibrado de ayuda mutua entre ambos países cuando en realidad las cláusulas secretas reservaban a Estados Unidos privilegios que limitaban la soberanía española: daban iniciativa absoluta al gobierno de Estados Unidos para la puesta de alerta y utilización de las bases militares que se construyeron en España, de manera unilateral. Cualquier agresión comunista, emergencia o amenaza a la seguridad occidental permitiría la intervención unilateral de Estados Unidos involucrando a España cuyo gobierno no podía tomar ninguna determinación al respecto. Por el contrario, Estados Unidos no se comprometía defender a España en caso de ataque a alguno de sus territorios. El régimen de Franco se sometía a estados Unidos para cumplir el viejo sueño de Franco de seguir su particular Cruzada contra el comunismo.
Tras el fin de la Guerra Fría, el nuevo orden internacional viene marcado por el signo de una globalización en la que pervive la diplomacia secreta conviviendo con teorías conspirativas que pretender dar a entender que debajo de las apariencias existen poderes encriptados, sociedades secretas en las que anidan los auténticos amos del mundo. Tal vez Assange, el mentor de Wikileaks acabe formando parte del Grupo Bilderberg. De momento los historiadores tiene más trabajo que nunca para desentrañar las verdades ocultas tras un millar de fuentes. Ya veremos hasta dónde llegan las filtraciones y que novedades van apareciendo. La gran pregunta es el significado de todo ésto, si estamos ante un fenómeno que aportará más transparencia democratica o por el contrario una regresión en las libertades de expresión y un fortalecimiento de los sistemas de control y seguridad de los poderes ante la "amenaza digital" al monopolio de la información.
Conclusión:
"La cuestión no es quién cometió el crimen de filtrar la información, sino qué crímenes puede desvelar esta información. Si los documentos filtrados revelan que ciertos Gobiernos han estado espiando a organizaciones internacionales o que están involucrados en casos de tortura, estos serían los verdaderos crímenes. En concreto, aún no se le han exigido explicaciones a los que intentaron frenar las actuaciones de la justicia española en, por ejemplo, el caso Couso; tampoco a los que trasladaron ilegalmente a prisioneros a Guantánamo haciendo escala en España; y tampoco a los que intentaron silenciar a la ciudadanía española, que ejercía su derecho de libertad de expresión al criticar la guerra de Irak"
Fuente: El derecho a la información diplomática